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Mostrando entradas de noviembre, 2022

El perro perdido - Ana María Matute

Damián era el tercer hijo de los Albarados. Apenas cumplidos los catorce años le entró el mal de la fiebre. Su padre estuvo unos días taciturno, y al fin decidió mandarlo en el auto de línea, con el hermano mayor, para que lo viera un médico de la capital. Volvieron al día siguiente, y el hermano mayor dijo: — Que no hay nada que hacer. Que se esté quieto, y a esperar. Desde entonces, era fácil ver a Damián, sentado junto a la ventana durante los días fríos, y a la puerta de la casucha los que daba el sol contra la fachada. Damián veía partir a todos hacia el trabajo, y se quedaba solo. Únicamente al llegar al invierno, con la nieve, se quedarían todos en casa y tendría compañía. Desde su ventana se veía el río, y, más allá, el principio de los bosques. A veces, ver el río y los árboles le daba tristeza. Las mujeres de la aldea, de verlo al pasar, comentaban entre sí, y decían: — Al pequeño Albarado le quitan a puñados la carne del cuerpo. Mala cosa es la fiebre, pero peor es la soleda...

Réquiem con tostadas - Mario Benedetti

Sí, me llamo Eduardo. Usted me lo pregunta para entrar de algún modo en conversación, y eso puedo entenderlo. Pero usted hace mucho que me conoce, aunque de lejos. Como yo lo conozco a usted. Desde la época en que empezó a encontrarse como mi madre en el café de Larrañaga y Rivera, o en éste mismo. No crea que los espiaba. Nada de eso. Usted a lo mejor lo piensa, pero es porque no sabe toda la historia. ¿O acaso mamá se la contó? Hace tiempo que yo tenía ganas de hablar con usted, pero no me atrevía. Así que, después de todo, le agradezco que me haya ganado de mano. ¿Y sabe por qué tenía ganas de hablar con usted? Porque tengo la impresión de que usted es un buen tipo. Y mamá también era buena gente. No hablábamos mucho de ella y yo. En casa, o reinaba el silencio, o tenía la palabra mi padre. Pero el Viejo hablaba casi exclusivamente cuando venía borracho, o sea casi todas las noches, y entonces más bien gritaba. Los tres le teníamos miedo: mamá, mi hermanita Mirta y yo. Ahora tengo t...

Acuérdate - Juan Rulfo

Acuérdate de Urbano Gómez, hijo de don Urbano, nieto de Dimas, aquel que dirigía las pastorelas y que murió recitando el  « rezonga, ángel maldito »  cuando la época de la influencia. De esto hace ya años, quizá quince. Pero te debes acordar de él. Acuérdate que le decíamos el Abuelo por aquello de que su otro hijo, Fidencio Gómez, tenía dos hijas muy juguetonas: una prieta y chaparrita, que por mal nombre le decían la Arremangada , y la otra, que era retealta y que tenía los ojos zarcos; y que hasta se decía que ni era suya y que por más señas estaba enferma del hipo. Acuérdate del relajo que armaba cuando estábamos en misa y que a la mera hora de la Elevación soltaba su ataque de hipo, que parecía como si se estuviera riendo y llorando a la vez, hasta que la sacaban afuera y le daban tantita agua con azúcar y entonces se calmaba. Ésa acabó casándose con Lucio Chico, dueño de la mezcalera que antes fue de Librado, río arriba, por donde está el molino de linaza de los Teódulo...

La otra - Rosa Montero

En cuanto la conoció, mi abuela dictaminó: «Es un mal bicho». A mí tampoco me había gustado nada: me apretujó entre sus brazos, me manchó la mejilla con un maquillaje pegajoso y dulzón y me regaló una muñeca gorda y cursi, cuando lo que yo quería por entonces era un disfraz de indio. Se agachó hasta mi altura y dijo: «Esta niñita tan bonita y yo nos vamos a llevar muy bien, ¿verdad?», y me enseñó unos dientes manchados de carmín. Los demás creyeron que me sonreía, pero yo sé que lo que hacía era mostrarme los colmillos, como hace mi perro Fidel cuando se topa con un enemigo. Además me irritó que mintiera. Porque yo no era bonita, ni lo soy. Y ella , siempre tan coqueta y detallista, lo sabía. Creo que me despreció desde el primer instante.  Ella , en cambio, pasaba por hermosa. En el pueblo lo comentaban: «Es muy estirada y muy señoritinga, pero qué alta, qué guapa, qué elegante». Y mi abuela decía: «Ya puede ser elegante, porque se está gastando en trapos todas las perras de tu p...