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Mostrando entradas de agosto, 2024

Dios en la tierra - José Revueltas

La población estaba cerrada con odio y con piedras. Cerrada completamente como si sobre sus puertas y ventanas se hubieran colocado lápidas enormes, sin dimensión de tan profundas, de tan gruesas, de tan de Dios. Jamás un empecinamiento semejante, hecho de entidades incomprensibles, inabarcables, que venían… ¿de dónde? De la Biblia, del Génesis, de las Tinieblas, antes de la luz. Las rocas se mueven, las inmensas piedras del mundo cambian de sitio, avanzan un milímetro por siglo. Pero esto no se alteraba, este odio venía de lo más lejano y lo más bárbaro. Era el odio de Dios. Dios mismo estaba ahí apretando en su puño la vida, agarrando la tierra entre sus dedos gruesos, entre sus descomunales dedos de encina y de rabia. Hasta un descreído no puede dejar de pensar en Dios. Porque ¿quién si no Él? ¿Quién si no una cosa sin forma, sin principio ni fin, sin medida, puede cerrar las puertas de tal manera? Todas las puertas cerradas en nombre de Dios. Toda la locura y la terquedad del mundo...

El careo - Carlos Martínez Moreno

—Lléveme a careo —dijo Basilio—. Cuando estén frente a mí, no se van a animar a seguir acusándome. El abogado había oído muchas veces la frase, y sabía que era un último cartucho. Pero llegado el caso, tenía que quemarlo. Los vareadores habían sido invitados a la fiesta por la mañana, cuando volvían de bañar los caballos y cuando Basilio no había regresado aún a Las Piedras y se le suponía trabajando en la estiba. Eran los quince años de la Victoria, la muchacha que estaba ahora en el banco del patio del Juzgado, pidiendo que también le preguntaran o esperando saber “cómo había salido”, ya que compartía con su padre la credulidad de que aquello había de tener un resultado. Tenía unos cachetes impresos, rosados, y dos senos separados y en punta —tiesos, frutales— debajo mismo del vestido, que le ceñía la piel y moldeaba —sobre el envarillado del asiento—unos muslos demasiado poderosos y unas ancas dibujadas y firmes. A los cuarenta años podría ser una mujer enorme y gastada, pero ahora ...