La aeromoza, arreglándose el cabello, llegó con retraso al aeropuerto y con prisa nerviosa, cuidando la estabilidad de sus pasos, se dirigió al avión en que daría servicio. Los pasajeros, ya instalados en sus sitios, cerraban los cinturones de seguridad, pues acababan de subir al bimotor Hawter Sidley, que los llevaría de Seattle a Miami en un viaje particular. Reprendida por el piloto, que esperaba, en punto de impacientarse en lo alto de la escalerilla, pero más en actitud amistosa que severa, asumió sus tareas. Comprobó el número de personas enlistadas, diez nada más, y acomodadas a su gusto, ante las opciones que permitían asientos vacíos. Ella había pasado la noche en una larga reunión muy divertida, casi destrampada, con consumo excesivo de bebidas y pase de cigarrillos de mariguana. El ambiente, tanto por la intención provocativa de las conversaciones, casi siempre en el tema de las cuestiones sexuales o eróticas, como por incitaciones en l...