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Mostrando entradas de abril, 2022

La ley de Herodes - Jorge Ibargüengoitia

Sarita me sacó del fango, porque antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo enten­der que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del pro­letariado; me hizo leer a Marx, a Engels y a Carlos Fuentes, ¿y todo para qué? Para destruirme después con su indiscreción. No quiero discutir otra vez por qué acepté una beca de la Fundación Katz para ir a estudiar en los Estados Unidos. La acepté y ya. No me importa que los Estados Unidos sean un país en donde existe la explotación del hombre por el hombre, ni tam­poco que la Fundación Katz sea el ardid de un capitalista (Katz) para eludir impuestos. Solicité la beca, y cuando me la concedieron la acepté; y es más, Sarita también la solicitó y también la aceptó. ¿Y qué? Todo iba muy bien hasta que llegamos al examen médico… No me atrevería a continuar si no fuera porque quiero que se me haga justicia. Necesito jus­ticia. La...

El huésped - Amparo Dávila

Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje. Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer. No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas. Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. “Es completamente inofensivo” —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia—. “Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consi...

El mar - Miguel Mihura

Cuando se dieron cuenta del olvido, todos lloraron como perros. El pueblo entero gimió desconsolado. Aquello era la ruina. Era el hambre. Era la muerte. No era para menos. Veréis lo que pasaba, niños míos. Aquel pueblecito pesquero era un verdadero pueblecito pesquero. En él solamente vivían, con sus mujeres, rudos pescadores de cachimba y barba; miles de pescadores que solamente ese oficio tenían: pescadores, marineros, gente de mar. En las tiendas del pueblo, como en todas las tiendas de los pueblos pesqueros, solamente vendían aparejos y redes y bidones de brea, y pies desnudos de pescadores, y palabras fuertes, envueltas, como bombones, en el papel de plata del aguardiente. Había también una preciosa playa llena de brisa, con casetas de baño preparadas para los veraneantes alegres. También había cangrejos, y mojama, y bacalao. (Pero el bacalao ya era algo caro). Había, en fin, de todo lo que hay en esos pintorescos pueblecitos de pescadores. Lo único que no había era mar. Se les ha...

El fin de México (Del Times de Londres) - Julio Torri

Escribo este relato de la destrucción de mi ciudad para el Times de Londres. Pertenecí a la Sociedad de Geografía y Estadística de México, y no tengo otro título para implorar un poco de credulidad hacia esta narración.           Desde niños nos es familiar la literatura de terremotos, naufragios y demás calamidades, y así, omitiré todo pormenor que sea propio del género. No diré, además, sino lo que vi, que fue bien poco, pues mi salida de la ciudad ocurrió cuando las lavas llegaban a las primeras casas, por el rumbo de San Antonio Abad.           Declaro, finalmente, que abandoné a México sin ejecutar ningún acto heroico; y me daría, en consecuencia, mucho pesar verme mañana en libros de primeras lecturas con algún heroísmo grotesco a cuestas. Ante todo, ha causado profunda extrañeza el comportamiento del viejo Popocatépetl, que tras muchos siglos de hipocresía bajo los crepúsculos tuvo la chochez de una erupción. En las le...