A Rodolfo siempre le había gustado imaginar actos heroicos. Pero cuando llegaba a su casa sólo sentía un gran aburrimiento. Al abrir la puerta de la recámara veía lo mismo de todas las noches, como si desde mucho tiempo antes estuvieran ensayando la escena: girar la perilla y ver a Laura que dormía boca abajo, con la luz encendida. Era como entrar a una pecera. No resultaba necesario detenerse en la lámpara del buró para sentir las sombras verdes desperdigándose por las paredes. Rodolfo estaba seguro de que Laura apenas sentía su presencia, sus movimientos cansados para para poner en orden las cosas del cuarto que según él estaban en caos absoluto. Laura también sabía que en el cuarto había un poco de desorden, pero le parecía bien y se reía mientras Rodolfo llevaba al baño una toalla traviesa que había salido de su órbita. Los astrónomos no entienden nada de nada. Al llegar a la recámara, Rodolfo sentía que se le mezclaban todas las cosas que había hecho en el día, desde los prim...