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El carbonero - cuento náhuatl

Había un hombre que hacía carbón. Era muy pobre y lo hacía él solo. Primero cortaba; cuando había alcanzado a cortar cierto número de árboles, allí los juntaba. Cuando ya los había juntado, iba a buscar leña para hacer el corazón del fuego. Allá lo trabajaba activamente. Cuando lo terminaba, cuando estaba completo, luego lo tapaba con piedras. Cuando ya lo había tapado, le ponía las puntas de encino. Cuando ya estaba listo, llevaba un tercio de zacate para cubrirlo, y luego la tierra. Cuando ya terminaba de taparlo, usaba un pedazo de ocote que tenía allá para prenderlo. Lo cuidaría cuando más una semana. Cuando había terminado de arder y ya estaba hecho el carbón, luego lo sacaba. Iba a dejarlo y a venderlo. Si tenía animal, lo iba a dejar con el animal, y si no, él lo iba cargando.

Había un hombre que era muy pobre. No tenía animal. Sólo cargaba lo que tenía hasta donde iba a dejarlo. Se le antojaban mucho unos pollos que se estaban cociendo. Les salía grasa, y se le antojaban. Al llegar a su casa dijo a su esposa, "Quiero comer un pollo."

Y su esposa le contestó : "Voy a poder hacerte uno."

Pero su esposo le dijo, "Mira, quiero comerlo yo solo; pero mira, aunque tú lo prepares, no es igual que el que está donde voy a dejar leña que el que se sirva aquí."

Y su mujer le dijo, "podrás comprarlo."

Y el hombre dijo, "¿Cómo haremos eso, siendo que tenemos tantos hijos y yo quiero comerlo solo?"

Como las mujeres al pensar, algunas veces es bueno lo que piensan y algunas veces lo que piensan no es bueno, le dijo su esposa, "Lo podrás comer."

Y el hombre dijo, "Ya podré comerlo."

Y le dijo su esposa, "Les podré servir a nuestros hijos para que coman: y tú trae el pollo para que también puedas comer."

Y entonces dijo el hombre, "Entonces lo haremos así: Primero, sirve a nuestros hijos y sólo después comeremos, sólo nosotros, pero ya que les hayas dado de comer. Ya que ellos hayan comido su pollo, nosotros vamos a comer el nuestro."

Se sentaron el hombre y su mujer. Cuando ya estaban comiendo, cuando apenas el hombre había comido dos o tres bocados, vieron entrar a sus hijos. El más chico extendía la mano. Dice, "Papá, comparte conmigo lo que comes."

Entonces salió en ese momento. Fue a acostarse en la cama. Estaba enojado. Fueron a molestarlo. No lo dejaron comer su pollo.

Después de un rato fue su esposa. Le fue a decir, "¿Por qué estás enojado?"

Y el hombre le dijo, "Tus hijos, no les diste bien de comer y por eso, vinieron a molestar."

Y le dijo a su esposa, "Esos niños todavía no comprenden. Todavía viven como los animales. Todavía no toman nada en consideración."

Al anochecer se acostaron. Estaban durmiendo cuando se despertaron como a media noche. Le dijo su esposa, "Mira, podrás comerlo. Ahora, cuando te vayas otra vez, podrás llevar ese pollo y lo podrás comer tú solo. Me levantaré temprano, te haré tus tortillas, y te vaya envolver el pollo entero, y lo podrás comer allá donde vas a trabajar."

Y en verdad cuando iba a medio camino, le gustó un árbol redondo que daba mucha sombra. Dijo, "Me sentaré aquí a comer mi pollo, en vez de comer tortillas con pollo. Sacó la botella que llevaba con un poquito de alcohol. Tomó un poco. Apenas había empezado a comer su pollo, apenas tres bocados había comido, cuando vio que venía un anciano. Le miraba cómo movía los labios comiendo. Cuando se acercó, le dijo, "¿ Qué estás haciendo?"

Le dijo, "Estoy aquí sentado."

Y le dijo, "¿No me convidas? Parece que comes."

Él dijo, "No."

Y le dijo el anciano, "¿Entonces no compartes conmigo lo que comes?"

No quería decir nada. Agarró su servilleta y su morral y se fue. Allí dejó al anciano sentado y él se fue. Siguió hasta llegar cerca de donde trabajaba. De nuevo le gustó un lugar debajo de un árbol para cubrirse del sol. Dijo, "Siempre voy a comer mi pollo."

Apenas se sentó, otra vez sacó sus tortillas del morral y como de costumbre tenía vicio, su botella. Tomó un poco. Otra vez empezó a comer. Vio un hombre que bajaba. El que comía dijo, "De por sí, ahora no voy a poder comer solo."

Y en verdad, salió junto a él y se paró. Le dijo, "¿ Qué estás haciendo?"

El que estaba sentado dijo, "Estoy aquí."

Y el recién llegado le dijo, "Creo que estás comiendo."

Le dijo, "No."

"Luego ¿ qué estás haciendo?"

"Nada."

Y el que había llegado dijo, "Aquí me darás de lo que comes."

Él dijo, el que estaba comiendo, "Si a mis hijos no les di, ¿ te voy a dar de comer a ti?"

Y el que pedía de comer dijo, "Yo no sé ¿Entonces no me vas a dar?; aquí me das porque me das."

Y el carbonero le dijo, "¿Quién eres tú para que yo te dé?"

Y el que había llegado dijo, "Yo soy la Muerte, y no sólo me vas a dar aquí esto. Dos veces me vas a dar, porque soy la Muerte. Y en verdad le dice, "Aquí me vas a dar la mitad."

Y en verdad, le dio para que comiera. A los cuantos días tuvo una fiebre. Sólo sobrevivió unos cuatro o cinco días. Luego murió. Cuando se murió, le hicieron una velación. Comieron un pollo. Otra vez a los ocho días comieron otro pollo, para que fueran dos como lo que había dicho la Muerte.

Dakin, K. (1972) El Carbonero. Un cuento náhuatl. Estudios de Cultura Náhuatl, 10, 329-335.

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