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Mostrando entradas de junio, 2022

Rayuela (fragmento) - Julio Cortázar

6 La técnica consistía en citarse vagamente en un barrio a cierta hora. Les gustaba desafiar el peligro de no encontrarse, de pasar el día solos, enfurruñados en un café o en un banco de plaza, leyendo-un-libro-más. La teoría del libro-más era de Oliveira, y la Maga la había aceptado por pura ósmosis. En realidad para ella casi todos los libros eran libro-menos; hubiese querido llenarse de una inmensa sed y durante un tiempo infinito (calculable entre tres y cinco años) leer la ópera omnia de Goethe, Homero, Dylan Thomas, Mauriac, Faulkner, Baudelaire, Roberto Arlt, San Agustín y otros autores cuyos nombres la sobresaltaban en las conversaciones del Club. A eso Oliveira respondía con un desdeñoso encogerse de hombros, y hablaba de las deformaciones rioplatenses, de una raza de lectores a fulltime, de bibliotecas pululantes de marisabidillas infieles al sol y al amor, de casas donde el olor a la tinta de imprenta acaba con la alegría del ajo. En esos tiempos leía poco, ocupadísimo en mi...

Llamadas telefónicas - Roberto Bolaño

B está enamorado de X. Por supuesto, se trata de un amor desdichado. B, en una época de su vida, estuvo dispuesto a hacer todo por X, más o menos lo mismo que piensan y dicen todos los enamorados. X rompe con él. X rompe con él por teléfono. Al principio, por supuesto, B sufre, pero a la larga, como es usual, se repone. La vida, como dicen en las telenovelas, continúa. Pasan los años. Una noche en que no tiene nada que hacer, B consigue, tras dos llamadas telefónicas, ponerse en contacto con X. Ninguno de los dos es joven y eso se nota en sus voces que cruzan España de una punta a la otra. Renace la amistad y al cabo de unos días deciden reencontrarse. Ambas partes arrastran divorcios, nuevas enfermedades, frustraciones. Cuando B toma el tren para dirigirse a la ciudad de X, aún no está enamorado. El primer día lo pasan encerrados en casa de X, hablando de sus vidas (en realidad quien habla es X, B escucha y de vez en cuando pregunta); por la noche X lo invita a compartir su cama. B e...

La eterna canción - Camilo José Cela

I ¿Usted cree qué estoy loco…? No; yo le podría asegurar que no lo estoy, pero no lo hago. ¿Para qué? ¿Para darle ocasión a exclamar, como todos los que oyeran: “¡Bah!, como todos…, ¡creyéndose cuerdo! ¡La eterna canción!” No, amigo mío; no puedo, no quiero proporcionarle esa satisfacción… Es demasiado cómodo venir de visita y sacar la consecuencia de que todos los locos aseguran que no lo están… Yo no lo estoy, se lo podría asegurar, repito, pero no lo hago; quiero dejarle con su duda. ¡Quién sabe si mi postura puede inclinarle a usted a creer en mi perfecta salud mental! Don Guillermo no estaba loco. Estaba encerrado en un manicomio, pero yo pondría una mano en el fuego por su cordura. No estaba loco, pero —bien mirado— no le hubiera faltado motivo para estarlo… ¿Qué tiene qué ver que se haya creído, durante una época de su vida, Rabindranath? ¿Es qué no andan muchos Rabindranath, y muchos Nelson, y muchos Goethe, y muchísimos Napoleones y Francos sueltos por la calle? A don Guillerm...

El espejo - Liana Castello

Hubo un tiempo en que eran muy amigos, casi inseparables. Sin embargo, la vida los fue alejando. Las personas no sólo se alejan de otras personas, también se alejan de ciertos objetos que ya no les sirven o no les dan la felicidad que alguna vez les dieron. Cuando se es muy joven, el espejo suele ser un buen compañero de ruta. Indicador silencioso de cómo nos vemos, o mejor dicho, como creemos que nos ven los demás. Él dictamina si estamos poco o muy maquilladas, si tenemos cara de cansadas o si las canas han crecido ya en forma poco prudente. Pilar había sido, como toda adolescente que se precie de tal, algo esclava del espejo. Chiquito para la cartera, grande para el cuarto, propio, prestado, verdadero, inventado en una vidriera, no importaba. Eran tiempos en los que Pilar no necesitaba anteojos para ver su imagen, ni tampoco su vida, y donde aquellos defectos que el espejo le mostraba, se podían corregir. Era agradable mirarse y hasta corregirse. La imagen que el espejo devolvía sól...