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Mostrando entradas de junio, 2023

La carne - Virgilio Piñera

Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la población sufría de falta de carne. Todo el mundo se alarmó y se hicieron comentarios más o menos amargos y hasta se esbozaron ciertos propósitos de venganza. Pero, como siempre sucede, las protestas no pasaron de meras amenazas y pronto se vio a aquel afligido pueblo engullendo los más variados vegetales. Sólo que el señor Ansaldo no siguió la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y, acto seguido, bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete. Tras haberlo limpiado lo adobó con sal y vinagre, lo pasó –como se dice– por la parrilla, para finalmente freírlo en la gran sartén de las tortillas del domingo. Sentóse a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que venía a desahogarse… Pero Ansaldo, con elegante ademán, le hizo ver el hermoso filete. El vecino pregun...

La señal - Inés Arredondo

El sol denso, inmóvil, imponía su presencia; la realidad estaba paralizada bajo su crueldad sin tregua. Flotaba el anuncio de una muerte suspensa, ardiente, sin podredumbre, pero también sin ternura. Eran las tres de la tarde. Pedro, aplastado, casi vencido, caminaba bajo el sol. Las calles vacías perdían su sentido en el deslumbramiento. El calor, seco y terrible como un castigo sin verdugo, le cortaba la respiración. Pero no importaba: dentro de sí hallaba siempre un lugar agudo, helado, mortificante que era peor que el sol, pero también un refugio, una especie de venganza contra él. Llegó a la placita y se sentó debajo del gran laurel de la India. El silencio hacía un hueco alrededor del pensamiento. Era necesario estirar las piernas, mover un brazo, para no prolongar en uno mismo la quietud de las plantas y del aire. Se levantó y dando vuelta alrededor del árbol se quedó mirando la catedral. Siempre había estado ahí, pero solo ahora veía que estaba en otro clima, en un clima fresco...

Intromisión - Mónica Lavín

Al abrir la puerta de su casa escuchó una música distinta. Dejó los paquetes en la entrada y, antes de subir la escalera, llamó a Jovita sobreponiendo su nombre al estridente clamor de la radio. No obtuvo respuesta, sólo notó que la música venía de su habitación. Corrió asustada hacia un gemido apagado. Jovita, tendida sobre el tapete junto a la cama, gesticulaba su dolor. —¿Pero qué le ha pasado Jovita? —dijo asombrada mientras extendía un brazo para apagar la radio. —Es que, señora, de repente me dio un torzón. Yo venía a abrir la cama y no pude con mi alma —la voz se le iba, la mujer recuperaba el aire y seguía—aquí llevo como dos horas, la mano me dio para alcanzar el aparato ese y no entristecerme. —Pero Jovita, hay que llamar al doctor. Y sin más averiguación tomó el teléfono y avisó a su médico. El doctor Chapa dijo que no debía moverla hasta que él llegara. Las dos mujeres se quedaron calladas. Amalia sentada en el sillón y Jovita a sus pies con el delantal puesto y la fatiga d...

Una perfecta desconocida - Mercedes Gordillo

Sentada ante el mismo escritorio con su máquina de escribir Remington, donde habían transcurrido sus últimos 12 años de vida trabajando como recepcionista en una empresa comercial, Margarita Luna pasaba cartas en limpio y atendía el teléfono. Con dulce voz contestaba: –Buenos días, Exportaciones S.A. a sus órdenes... Recibía y enviaba mensajes, operando una pequeña central colocada a su derecha. La señora Luna residía en el segundo piso de un edificio de tiendas, situado en la popular calle Colón de Managua. Compartía el departamento con una vieja empleada –Juana Loáisiga– a quien conocía desde joven. No la había abandonado nunca, acompañándola en cualquier circunstancia, especialmente después de la desaparición de sus padres y su esposo, muertos en un fatal accidente de tránsito 5 años atrás. Por ese tiempo Margarita padeció de nervios alterados. A las 11 de la mañana de un jueves, Margarita Luna recordó que debía llamar a Juana, para solicitarle el favor de ir donde la modista del ba...